febrero 22, 2021

La receta de Bill Gates para evitar el desastre climático: de la captura de CO₂ a los barcos de mercancías con motores nucleares

En su nuevo libro, el gurú de la innovación traza un plan basado en la tecnología para reducir a cero todas las emisiones causantes del calentamiento del planeta de aquí a 2050

 

Bill Gates es un visionario de la tecnología y un filántropo que gasta millones de dólares para ayudar a otros, pero como él mismo reconoce no puede considerarse ningún modelo en la lucha contra el calentamiento del planeta. “Tengo claro que no soy la persona más indicada para transmitir mensajes sobre el cambio climático, asegura en su nuevo libro Cómo evitar un desastre climático (Plaza & Janés). De todos los títulos sobre la crisis del clima que están apareciendo de pronto, y son muchos, seguro que no hay ningún autor que haya generado por sí mismo más emisiones causantes del aumento de la temperatura planetaria como el estadounidense.

Incluso hay investigadores que han analizado sus viajes de avión en un año (343.446 kilómetros en 2017) para llamar la atención sobre la huella de carbono de algunas celebridades. Sin embargo, no cabe duda de la importancia de que una figura tan influyente como Gates, que nada tiene que ver con el activismo ambiental, advierta también de la enorme envergadura del desafío y de la urgencia de actuar para evitar una catástrofe climática.

Al fundador de Microsoft se le puede discutir su optimismo sin límite con la tecnología o la ausencia total de crítica sobre el modelo que ha metido a humanidad en esta encrucijada, pero desde luego no la contundencia para advertir del peligro: “Para 2050 el cambio climático podría resultar tan mortífero como el nuevo coronavirus, y para 2100, cinco veces más mortífero”.

Como el ingeniero que escribe el enunciado del problema en la pizarra, Gates empieza por centrar el reto a resolver: la humanidad lanza a la atmósfera cada año unos 51.000 millones de toneladas de gases de efecto invernadero y para prevenir los peores efectos del cambio climático hay que reducir en 2050 estas emisiones a cero. Según explica de una forma muy visual, no vale con reducir solo una parte de estos gases que van a la atmósfera, pues pasaría lo mismo que si dejamos fluir un hilo de agua en una bañera que ya está llena.

Una vez planteado el desafío, el libro supone un compendio de las tecnologías ya disponibles y de otras innovaciones todavía por desarrollar para intentar resolverlo. Con un lenguaje didáctico, Gates va repasando los pros y los contras de las soluciones tecnológicas para cada una de las áreas que hay que cambiar (el sector eléctrico, las fábricas, la alimentación, el transporte…), siempre con máximo pragmatismo, centrándose en los números y sin desviarse del objetivo por otras consideraciones más opinativas o ideologías de ningún tipo.

Otros que han hecho antes estos cálculos han llegado a la conclusión de que la tecnología actual no resulta suficiente, pero para el fundador de Microsoft esto se resuelve con más innovación y defiende abrir la mente a nuevas ideas tecnológicas por muy disparatadas que puedan sonar. “No hay que olvidar que soy un optimista en lo que a la tecnología se refiere”, reconoce en el libro. “Soy tecnófilo. Cuando se me presenta un problema, siempre busco remedio en la tecnología”.

Gates propone darse prisa en instalar mucha más energía eólica y solar, pero también aboga por impulsar otro tipo de centrales nucleares, por la fusión nuclear, por el coche eléctrico, por el hidrógeno, por los biocombustibles avanzados de segunda generación, por barcos portacontenedores con motores nucleares… Y aun así, una de sus conclusiones es que no hay vías realistas para alcanzar la meta cero que consistan en abandonar por completo los combustibles fósiles (carbón, gas y petróleo), por lo que considera necesario poner a punto sistemas para capturar las emisiones de carbono a la salida de las centrales o para absorberlas directamente del aire.

También plantea otras soluciones todavía más radicales de geoingeniería (campo en el que lleva años financiando estudios), como esparcir partículas extremadamente pequeñas en las capas superiores de la atmósfera para dispersar la luz del sol y enfriar así el planeta.

¿Qué dice el experto en innovación de reducir el consumo de energía? Solía mofarme de la idea de que un uso más eficiente de la energía podía tener algún efecto apreciable sobre el cambio climático. Mi razonamiento era que, si dispusiéramos de recursos limitados para reducir las emisiones (y así es), conseguiríamos un mayor impacto acercándonos a las cero emisiones que invirtiendo mucho en intentar disminuir la demanda de energía”, asegura en el libro. “Si bien no he abandonado del todo este punto de vista, lo suavicé cuando comprendí cuántos kilómetros cuadrados de terreno harán falta para generar la electricidad a partir del sol y el viento”.

Lo cierto es que Gates no dedica mucho espacio a defender una reducción del consumo ni pone en duda el modo de vida estadounidense, con una generación de emisiones per cápita muy por encima de los europeos y otras poblaciones desarrolladas. Obviamente, esto complica bastante los números del desafío climático.

En lo que respecta a la alimentación, en el libro cuenta que ahora come menos hamburguesas de queso por las emisiones que genera el vacuno, pero también deja claro que piensa distinto a un vegano. Aquí sus soluciones tecnológicas pasan por extender más en el mundo las razas mejoradas y aumentar la productividad del ganado, aparte de impulsar las hamburguesas de laboratorio y otras innovaciones para reducir el derroche de comida (como un recubrimiento que alarga la vida de las frutas o una “cesta inteligente” que mide la cantidad de alimentos desperdiciados).

Sobre plantar árboles para absorber CO₂, Gates se muestra escéptico y considera que “se exagera mucho sobre su efecto en el cambio climático”. “Los números apuntan a que necesitaríamos al menos 20 hectáreas de árboles en zonas tropicales para absorber las emisiones producidas por un estadounidense medio a lo largo de su vida. Si multiplicamos esa cifra por la población de Estados Unidos, salen más de 6.400 millones de hectáreas, es decir, 64 millones de kilómetros cuadrados, aproximadamente la mitad de la superficie de la masa continental de la Tierra”, comenta el gurú de la tecnología. De nuevo, no dice nada sobre las altas emisiones producidas por un estadounidense medio a lo largo de su vida.

“¿Qué derecho tengo a sermonear a nadie acerca del medio ambiente?”, comenta el filántropo, que también cuenta que en 2019 vendió todas sus participaciones directas en compañías de petróleo y gas, que tiene un coche eléctrico y que espera haber compensado en 2021 todas las emisiones de su familia relacionadas con la aviación.

Si esta falta de crítica al modelo que ha provocado el problema es posiblemente el punto más débil del libro, resulta bastante más interesante el planteamiento de Gates en las páginas finales en las que perfila su plan para 2050 con el que evitar el desastre climático. Entre otras reflexiones a tener en cuenta, defiende marcar objetivos intermedios para 2030, pero siempre que sean hitos en el camino de cero emisiones para 2050. “Si el único indicador de éxito es ‘reducir antes de 2030’, resultará tentador intentar sustituir las centrales eléctricas de carbón por otras de gas; al fin y al cabo, eso reduciría las emisiones de dióxido de carbono. Sin embargo, todas las centrales de gas construidas de aquí a 2030 continuarán operativas en 2050 —tendrán que funcionar durante décadas para recuperar el coste de su construcción—, y las centrales de gas natural también emiten gases de efecto invernadero”.

En este plan para alcanzar las cero emisiones, por supuesto también propone aumentar las inversiones en innovación, pero además defiende fijar el precio del carbono (ya sea con un impuesto o sistemas de derecho de emisión), establecer estándares de electricidad limpia o cambiar las reglas del mercado para que puedan competir mejor las nuevas tecnologías verdes. “No se trata de castigar por las emisiones de gases de efecto invernadero, sino de crear incentivos para que los inventores ideen alternativas verdes”, concluye este devoto de la tecnología.

Fuente: El País

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